Alabanza
e intercesión

La oración personal y comunitaria, piedra angular de la tradición canónica y de la espiritualidad agustiniana, ocupa un lugar central en la vida de una religiosa agustina. La misa es el momento cumbre de la jornada y, dos veces al día, las hermanas se reúnen en el coro para rezar la Liturgia de las Horas. Esta oración, que comparten todas las iglesias y comunidades religiosas del mundo, es un impulso espiritual universal y presenta a Dios las preocupaciones de unos y otros. De este modo, las agustinas participan en la misión de Cristo, que se ofreció a sí mismo para la salvación del mundo y la conversión hacia una humanidad mejor.

La acción creadora de Dios Salvador y Redentor obra en los corazones de sus hermanos y hermanas cuando, en su nombre, la religiosa habla con Dios.

Además de celebrar cada día las alabanzas del Señor, la agustina vive una relación personal con Dios. Su vida en Dios se nutre de los sacramentos, en particular de la Eucaristía, lugar privilegiado en el cual se construye la comunidad.

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«Cuando te diriges a Dios, ¿vienes con aquellos que Él te encomendó amar? Si la humanidad está presente en tu amor, Dios está allí».

(San Agustín)